En cuanto tomé el vaporetto para navegar el Gran Canal hacia nuestro hotel la inimaginable Venecia fue abriéndose paso ante mis ojos. Otra vez me conmoví atónita frente a lo que mis ojos veían, aún seguía sin poder creer el formar parte de un paisaje tantas veces soñado. Los distintos palacios, los vaporettos, los gondolieris, las imágenes más típicas de Venecia iban pasando frente a mis ojos como si fueran diapositivas, no faltaba ninguna, estaban absolutamente todas.
El trayecto del vaporetto terminaba en nuestra parada, Estación Rialto, sí, junto al famoso puente, uno de los pocos que cruza sobre el Gran Canal.
Con la ayuda del mapa pudimos llegar fácilmente a nuestro hotel. Se encontraba detrás de una de las tantas iglesias que hay en Venecia, la entrada era sencilla, muy sencilla,
y sinceramente el olor a cloacas mal ventiladas de la recepción no invitaba a quedarme. Mássimo, el dueño, nos mostró la habitación (que por suerte olía mejor). Ahí pudimos dejar nuestras mochilas y luego de un deseado baño salimos a recorrer la ciudad.
Existía un minucioso estudio, dónde debíamos ir, que lugares visitar, pero la realidad fue que esta cuidad peatonal me cautivo y sólo quise perderme en ella, y para eso Venecia es especial. Sus laberínticas calles; sus misteriosos sottoportego (una especia de oscuros túneles que pasan por debajo de las construcciones transportándote uno nunca sabe dónde); sus campos (espacios "secos" abiertos en donde la luz del sol se hace lugar); las calles no aptas para obesos, que se estrechan al final de su recorrido obligándote a caminar de costado en muchas ocaciones. La Venecia interior me maravillaba cada vez más.
Sus minúsculas callecitas nos guiaban siempre hasta algún puente que sorteaba algún verde canal al cual asomaban macetas con flores, ropa con olor a sol colgada o simplemente alguna góndola esperando el siguiente cliente.
En Venecia todos los caminos conducen a Rialto o San Marco,
darte cuenta de esto es maravilloso, no necesitas nunca mas el mapa, ya que inclusive con él, podes perderte como si no lo tuvieras. En toda la ciudad vas a encontrar señalizado el camino hacia estos dos emblemáticos lugares.
Rialto es una de las paradas mas importantes del Gran Canal y un puente donde se concentran los negocios que venden toda clase de adornos o bijouterie moldeados en cristal de Murano.
Por otra parte, San Marco es la plaza principal de Venecia, donde acontecen los eventos mas importantes que suceden en la ciudad y donde te puede sorprender desde lo mas esperado, como el impactante Duomo, la Torre dell'Orologio, los palacios o simplemente algún espectáculo o los músicos que día y noche acompañan tu visita con su música.
Cada día es diferente en Venecia porque cada barrio de esta ciudad tiene su propia identidad. El segundo día decidimos visitar la zona norte pero al llegar a la primer plaza un grupo de personas, vestidos de época medieval con tambores y banderas nos sorprendió. Marchaban hacia algún lado, y cual ratones siguiendo al flautista de Hamelin comenzamos a seguirlos. En el camino pude darme cuenta de los sonidos y la acústica del lugar. Venecia es completamente especial, hasta en sus sonidos, porque al ser una ciudad peatonal no existe contaminación sonora y sus calles estrechas funcionan como chimeneas del sonido empujándolo hacia el cielo haciéndola especialmente silenciosa. Es por eso también, que a la inversa, los lugares abiertos, estas especie de plazas, se convierten en el punto de reunión y lugar para los espectáculos ya que se encuentran rodeadas por las construcciones mas altas que abrazan al sonido amplificandolo.
El destino de este Hamelin no fue ningún río, muchos hubiéramos muerto ya que en su recorrido atravesando la ciudad, muchas otras personas se fueron sumando. Mágicamente aparecimos en Piazza San Marco donde se celebraba una especie de día de las colectividades y cada una de ellas interpretaba alguna danza típica del lugar de origen. Otra vez la emoción invadió mi alma.
Así nos despedimos de Venecia, Italia nos había recibido con su ciudad estrella.