viernes, 19 de abril de 2013

La increíble Venecia.

Mil veces me hablaron de esta ciudad, también mil veces vi fotos, pero jamás mi imaginación logró acercarse a la realidad de este increíble lugar.
En cuanto tomé el vaporetto para navegar el Gran Canal hacia nuestro hotel la inimaginable Venecia fue abriéndose paso ante mis ojos. Otra vez me conmoví atónita frente a lo que mis ojos veían, aún seguía sin poder creer el formar parte de un paisaje tantas veces soñado. Los distintos palacios, los vaporettos, los gondolieris, las imágenes más típicas de Venecia iban pasando frente a mis ojos como si fueran diapositivas, no faltaba ninguna, estaban absolutamente todas.


El trayecto del vaporetto terminaba en nuestra parada, Estación Rialto, sí, junto al famoso puente, uno de los pocos que cruza sobre el Gran Canal.



                                                                                                                                       

Con la ayuda del mapa pudimos llegar fácilmente a nuestro hotel. Se encontraba detrás de una de las tantas iglesias que hay en Venecia, la entrada era sencilla, muy sencilla,
 y sinceramente el olor a cloacas mal ventiladas de la recepción no invitaba a quedarme. Mássimo, el dueño, nos mostró la habitación (que por suerte olía mejor). Ahí pudimos dejar nuestras mochilas y luego de un deseado baño salimos a recorrer la ciudad.
Existía un minucioso estudio, dónde debíamos ir, que lugares visitar, pero la realidad fue que esta cuidad peatonal me cautivo y sólo quise perderme en ella, y para eso Venecia es especial. Sus laberínticas calles; sus misteriosos sottoportego (una especia de oscuros túneles que pasan por debajo de las construcciones transportándote uno nunca sabe dónde); sus campos (espacios "secos" abiertos en donde la luz del sol se hace lugar); las calles no aptas para obesos, que se estrechan al final de su recorrido obligándote a caminar de costado en muchas ocaciones. La Venecia interior me maravillaba cada vez más.
Sus minúsculas callecitas nos guiaban siempre hasta algún puente que sorteaba algún verde canal al cual asomaban macetas con flores, ropa con olor a sol colgada o simplemente alguna góndola esperando el siguiente cliente.
 
En Venecia todos los caminos conducen a Rialto o San Marco,
darte cuenta de esto es maravilloso, no necesitas nunca mas el mapa, ya que inclusive con él, podes perderte como si no lo tuvieras. En toda la ciudad vas a encontrar señalizado el camino hacia estos dos emblemáticos lugares.
Rialto es una de las paradas mas importantes del Gran Canal y un puente donde se concentran los negocios que venden toda clase de adornos o bijouterie moldeados en cristal de Murano.

Por otra parte, San Marco es la plaza principal de Venecia, donde acontecen los eventos mas importantes que suceden en la ciudad y donde te puede sorprender desde lo mas esperado, como el impactante Duomo, la Torre dell'Orologio, los palacios o simplemente algún espectáculo o los músicos que día y noche acompañan tu visita con su música.
Cada día es diferente en Venecia porque cada barrio de esta ciudad tiene su propia identidad. El segundo día decidimos visitar la zona norte pero al llegar a la primer plaza un grupo de personas, vestidos de época medieval con tambores y banderas nos sorprendió. Marchaban hacia algún lado, y cual ratones siguiendo al flautista de Hamelin comenzamos a seguirlos. En el camino pude darme cuenta de los sonidos y la acústica del lugar. Venecia es completamente especial, hasta en sus sonidos, porque al ser una ciudad peatonal no existe contaminación sonora y sus calles estrechas funcionan como chimeneas del sonido empujándolo hacia el cielo haciéndola especialmente silenciosa. Es por eso también, que a la inversa, los lugares abiertos, estas especie de plazas, se convierten en el punto de reunión y lugar para los espectáculos ya que se encuentran rodeadas por las construcciones mas altas que abrazan al sonido amplificandolo.  
El destino de este Hamelin no fue ningún río, muchos hubiéramos muerto ya que en su recorrido atravesando la ciudad, muchas otras personas se fueron sumando. Mágicamente aparecimos en Piazza San Marco donde se celebraba una especie de día de las colectividades y cada una de ellas interpretaba alguna danza típica del lugar de origen. Otra vez la emoción invadió mi alma.




El último día en Venecia lo compartimos con Federica, una italiana amiga que conocimos en nuestro viaje a Cataratas hace dos años. Con ella nos sacamos las ganas del típico paseo en góndola ya que existe una manera económica de hacerlo. Las góndolas tiene dos servicios, el "vip" un paseo de 40 minutos que puede costar entre 80 y 100 euros según la hora del día, o la opción "mochila" que se acota a una góndola bien baqueteada, un gondolieri un tanto gordo, y 5 minutos que es lo que demora el gondolieri en cruzarte desde una orilla a otra del gran canal en lugar de tener que caminar hasta el siguiente puente, todo esto por tan solo 1 euro. Pudimos también almorzar juntos uno de los típicos platos para ir comiendo mientras seguís recorriendo la ciudad. No recuerdo el nombre, pero es una especie de pizza muy finita, perfectamente enrollada y rellena de lo que te imagines. El relleno más común es prosciutto, mozzarella e pomodoro; pero también podes encontrar variantes con atún, lechuga, funghi, carotte y más. Obviamente el postre fue gelato, seguimos buscando la mejor gelatteria del lugar, pero hasta el momento, mas allá de los sabores diferentes a los de casa que podes encontrar aquí, seguían ganando nuestros helados.
Así nos despedimos de Venecia, Italia nos había recibido con su ciudad estrella.





                                   

miércoles, 10 de abril de 2013

En viaje.

Roma, 10337 km. me separan de este sueño, 11 hs.
Ya en el avión voy imaginando momentos, situaciones, frases que tendré que utilizar para comprar, llegar, saludar... Intento recordar palabras precisas, juego a encastrarlas armando una oración que suene bonita, juego con las pocas palabras que sé mientras por la pequeña ventana del avión puedo espiar la inmensidad de un intenso cielo celeste y un colchón de nubes a mis pies. Estamos solos aquí arriba y es inevitable sentirse inmensamente pequeño frente a este cielo que nos envuelve transformando al avión en un pequeño avioncito de papel, que planea inconscientemente sobre el Océano Atlántico mientras se me hace imposible no cantar esta canción...

Se mece como una cuna, no quiero dormirme, quiero sentir, vivir cada uno de los momentos pero la realidad es que tengo sueño, las dos últimas noches en Buenos Aires fueron intensas y sólo me dieron algunas pocas horas de descanso.
Cuatro de la tarde y  sirven la cena. Toda la tripulación nos habla en italiano. Lo primero que nos ofrecen es la bebida, vino bianco, vino rosso, cola, agua, jugo de naranja o de pesca.  El ambiente se vio invadido por un aroma a estofado y sentí apetito. Enseguida otra azafata nos ofrece las opciones para cenar, ¿carne o passsssssssssssssssssta?.  El estofado me había tentado, pero bastó que la azafata diga "passsssssssssssssssssssssta" para que esa "S" sedujera mis oídos, mi paladar, mi estomago .. Passssssta, esa "S" interminable, sostenida, que suena como un zumbido colocando los primeros dientes de arriba con los de abajo. Passsssssta...  La carne se veía y olía mas atractiva, pero a mí me ganó el sonido de la "S". La pasta finalmente eran canelones de ricota y espinaca con salsa blanca, lo acompañamos con vino tinto que en en la boca se sentía liviano y dulce. Esto fue suficiente para finalmente dedicarme a dormir.
Volando a una velocidad de 920 km/h el viaje se hace bastante corto, cuando menos me lo imagino ya veía Roma a mis pies. No puedo evitar llorar cuando el piloto solicita abrocharse los cinturones y prepararnos para el aterrizaje, mi sueño ya es una realidad.





miércoles, 3 de abril de 2013

Un día...

A sólo un día del parto los nervios comienzan a apoderarse de mi, muchas intrigas, mucha ansiedad pero por sobre todo, muchas preguntas; las preguntas de siempre, las normales, las mismas preguntas que se hace cualquier madre a punto de parir; que si será sanito, que si saldrá todo bien, que si llegare a tiempo, que si tendré en el bolsito todo lo necesario... Este tiempo de gestación se paso tan rápido...
Cuando todo comenzó, cuando todo aún era una noticia, este momento parecía tan lejano, tan distante. Y  ahora, aquí estoy, a punto de parir, a punto de hacer mi sueño realidad.
El momento del parto, dentro de la linea del tiempo de nuestras vidas, ocupa tan sólo una pequeña parte, prácticamente insignificante si la comparamos con el tiempo que dedicamos a trabajar en un mismo lugar o a estudiar una carrera, pero es tan relevante en nuestras vidas que marca un antes y un después del mismo y permanece guardado por siempre en un especial rincón del corazón. Hay que saber disfrutar de ese momento porque bien sabemos que se esfumara en cuanto menos lo imaginemos, como cuando luego de haber pasado horas en la cocina servimos nuestro manjares a la mesa y desaparecen en pocos minutos... Este sueño es así, tengo mucho aún por delante, un mes de magia me espera, un mes, mucho tiempo y tan poco al mismo tiempo, tan insignificante cuando la vida es rutinaria y tan especial cuando es el mes para cumplir tu sueño. Un mes lejos de Dante serán los dolores del parto, las contracciones que ya comencé a tener, las que me revelan que el momento esta próximo. Son los dolores que me acercan a uno de los momentos mágicos de mi vida. Creo que aún no lo puedo creer... Tanto tiempo soñé con éste momento y estando a sólo un día de volar lo siento como una mentira, un chiste del día de los inocentes. Un mes de sensaciones encontradas, de sentimientos dispares, mucho tiempo por delante, poco tiempo cuando ya esté avanzado, e imposible de creer, aún cuando haya terminado.
Puedo jugar con mis pensamientos, imaginar momentos en ese lugar tan esperado, pero la magia sólo sucederá cuando mis ojos se encuentren con sus paisajes; cuando mis oídos se encuentren con sus sonidos, sus músicas; cuando mi lengua se colme de sus sabores;  mi olfato de sus aromas y mi piel se estremezca al sentirse magia misma.